Vía urbana
+
cruzar por zona no
habilitada
+
paso de peatones a
50 metros
+
señalización del
paso de peatones
+
tarde noche de
invierno, siendo ya oscuro, sin iluminación artificial
+
vestimenta oscura
por parte del peatón.
Concurrían todos
los condicionantes para que la parte contraria inicialmente le negara al
peatón, persona mayor, en este caso de 85 años y que sufrió gravísimas lesiones
a raíz del accidente, el derecho a la indemnización.
Era necesario hacer
considerar a la compañía aseguradora del vehículo que su conductor, muy
probablemente, podía haber hecho algo más para evitar el accidente, o cuanto
menos disminuir sus consecuencias.
Así, de haber
advertido la presencia del peatón, posiblemente hubiera estado en condiciones
de realizar una maniobra evasiva o de frenada que redujera la intensidad del
impacto, y quizá las consecuencias del siniestro que sufrió el viandante
(lesiones) no hubieran sido tan graves.
No fue sencillo.
Fueron necesarias distintas jornadas para poder llevar a cabo, junto con un
técnico especializado en la materia, una reconstrucción del accidente.
Debía ofrecerse una
alternativa, igualmente factible y técnicamente posible, que permitiera
argumentar que no toda la responsabilidad del accidente recaía sobre el peatón,
sino que la falta de atención del conductor del vehículo también tuvo algo que
ver.
Y así fue.
Finalmente y fruto del trabajo realizado, pudo acreditarse que a pesar de
ocurrir los hechos en una noche cerrada de invierno, sin iluminación
artificial, en una zona donde no era de esperar el cruce de una persona, podía
advertirse su presencia a una distancia suficiente como para intentar una
maniobra de frenada.
Ello conllevó que
el perjudicado (peatón) percibiera una indemnización acorde con la intensidad y
gravedad de las lesiones sufridas, y equivalente al grado de responsabilidad
atribuido a cada uno de los implicados.